miércoles, 9 de septiembre de 2015

Mexico D. F. La Columna



COMENTARIO A TIEMPO
LA MUERTE COMO DETONANTE
Por Teodoro Rentería Arróyave


Tenía que morir ahogado un niño, que una reportera gráfica tomara la dramática foto, que la subiera a la red y las redes sociales la reprodujeran en todo el mundo, para que la humanidad en general y los gobernantes hiciéramos conciencia del dolor que entraña ser inmigrante. 

Juan Carlos Camaño, presidente de la Federación Latinoamericana de Periodistas, hizo un análisis certero del drama en un artículo que tituló: “Sobre las causas de otra muerte anunciada. Ni media palabra”, que es una denuncia del infanticidio generalizado y un llamado a la solidaridad humana.

Empieza por describir la tragedia: “Un niño muerto a orillas de la playa de Bodrum, en Turquía, no deja de ser una muestra más de los millones de niños que mueren a manos de la globalización capitalista. Puede ocurrir en un basural: buscando comida; en un hospital: resecos, deshidratados, con los ojos desorbitados; en las cloacas de la drogadicción: de los sin destino, o de los destinados a ser, invariablemente, carne de cañón”.

“Aylan Kurdi no es apenas el niño de una foto que registra otro asesinato” -describe certero-, “es todos los niños que tiemblan aterrorizados, gritan desesperados, lloran, corren hacia alguna parte, bajo las bombas de cada día que nunca han dejado de caer en Irak, en Palestina, en Libia, en Siria, en Afganistán. Las bombas que ayer y anteayer cayeron en Yugoslavia, Granada, Panamá, en grandes extensiones de África”.

Y viene la denuncia: “Quién podría no haber imaginado que el mundo se llenaría de gentes escapando al compás del hambre y de la muerte. Aylan Kurdi, en la foto de primera plana de todos los diarios y noticieros del mundo, es –si no les parece mal a quienes se rasgan las vestiduras hablando de “la imagen que avergüenza a Europa”- todos los niños mutilados, asesinados, desposeídos, huérfanos: de madres y padres también mutilados y asesinados, y, sumidos –antes de ser borrados del mapa- en la terrible orfandad del analfabetismo y la explotación a un dólar diario”.

El niño Aylan es todos los niños, mujeres y hombres víctimas de una política depredadora que -motorizada por EE.UU. y secundada en primer lugar por Alemania y en distintas escalas por una Europa de entraña colonizadora- invade países, roba sus recursos estratégicos, persigue, tortura, mata e inventa al ISIS: al que ahora, azuzando el caos, se usa como el monstruo de mil cabezas para la destrucción de ciudades enteras y de cientos de miles de vidas humanas. 

“¿Es ético o no publicar dicha foto? Se preguntaban” –los dueños de los medios-. “Otra vez las disquisiciones sobre ética en un mundo que está de sangre y hambre hasta la coronilla, por imperio de un sistema global mafioso e inhumano. ¿Qué ética? ¿De quiénes? ¿La de los países ricos a costilla de los países saqueados históricamente?”

Y la conclusión lapidaria de Juan  Carlos Camaño: “De las verdaderas causas que terminaron ahogando a Aylan Kurdi -el genocidio global milimétricamente planificado por la cráneo-política del complejo industrial militar, con sede en Washington-, ni media palabra”. Exacto, sobran las palabras, sin embargo, se hace necesario gritarlas porque jamás aceptaremos, aunque sea lo común que la misma muerte, en este caso de un inocente niño, el detonante del drama humano.

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