COMENTARIO A TIEMPO
LA NATURALEZA DESPIADADA
Por Teodoro Rentería Arróyave
TERCERA PARTE
Durante toda nuestra desesperada permanencia en Hermosillo,
que se prolongó hasta el día siguiente por la tarde, con la única línea de
comunicación nos enterábamos de lo despiadada que había sido la naturaleza con
la Ciudad de México y otras localidades del país, las instrucciones se cumplían
y el Instituto Mexicana de la Radio, IMER, llevaba a cabo a través de sus
radiodifusoras y con las que mantenía enlaces por convenios profesionales, su
labor informativa y de apoyo social.
El gobernador de Sonora, ingeniero Rodolfo Félix Valdés,
cumplió su segunda promesa, no sabemos cómo le hizo, pero es el caso que nos
acomodó en el primer vuelo de Aeroméxico que salió de Hermosillo por la tarde
del 20 de septiembre. A llegar al Aeropuerto de la Ciudad de México, ya nos
esperaban algunos colaboradores y el hijo mayor, Teodoro Raúl. El menor,
Gustavo, ambos adolescentes, se quedó a cuidar a su madre.
En vista de que otra orden dada fue en el sentido de que se
concentrara todo el personal en la casona de las calles de Margarita, donde
estaban instaladas las cabinas de transmisión, decidimos visitar primero a los
compañeros para animarlos en el trabajo para responder a la gran
responsabilidad a la que nos debíamos.
Cuando tomamos la anterior decisión estábamos muy ajenos de
saber que también íbamos a vivir la experiencia terrible de la réplica de las
19:20 horas; ya anochecía cuando pasábamos por los edificios multifamiliares de
la colonia Jardín Balbuena, otras desgracias y otro susto. Sentíamos que los
edificios se nos venían encima, y la vibración de la tierra, era aluzada
constantemente por los cables de la corriente eléctrica que al golpearse hacían
cortos circuitos que para nosotros eran relámpagos de malos presagios.
Así fue, las edificaciones que no cayeron con el terremoto
de la víspera terminaron por desmoronarse, con saldos de más muertos, más
heridos y muchos de los que estaban dentro de los escombros perecieron.
Tomamos el Viaducto Miguel Alemán, que corre por lo que fue
el entubado Rio de la Piedad, sin que nadie se pusiera de acuerdo, todos los
conductores de los vehículos, cuando iban a pasar por debajo de los puentes,
hacían alto total, como prevención para evitar morir aplastados por las moles
de cemento y varilla.
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