miércoles, 23 de septiembre de 2015

Mexico D. F. La Columna de Teodoro.



COMENTARIO A TIEMPO
LA NATURALEZA DESPIADADA
Por Teodoro Rentería Arróyave

TERCERA PARTE

Durante toda nuestra desesperada permanencia en Hermosillo, que se prolongó hasta el día siguiente por la tarde, con la única línea de comunicación nos enterábamos de lo despiadada que había sido la naturaleza con la Ciudad de México y otras localidades del país, las instrucciones se cumplían y el Instituto Mexicana de la Radio, IMER, llevaba a cabo a través de sus radiodifusoras y con las que mantenía enlaces por convenios profesionales, su labor informativa y de apoyo social.

El gobernador de Sonora, ingeniero Rodolfo Félix Valdés, cumplió su segunda promesa, no sabemos cómo le hizo, pero es el caso que nos acomodó en el primer vuelo de Aeroméxico que salió de Hermosillo por la tarde del 20 de septiembre. A llegar al Aeropuerto de la Ciudad de México, ya nos esperaban algunos colaboradores y el hijo mayor, Teodoro Raúl. El menor, Gustavo, ambos adolescentes, se quedó a cuidar a su madre.

En vista de que otra orden dada fue en el sentido de que se concentrara todo el personal en la casona de las calles de Margarita, donde estaban instaladas las cabinas de transmisión, decidimos visitar primero a los compañeros para animarlos en el trabajo para responder a la gran responsabilidad a la que nos debíamos.

Cuando tomamos la anterior decisión estábamos muy ajenos de saber que también íbamos a vivir la experiencia terrible de la réplica de las 19:20 horas; ya anochecía cuando pasábamos por los edificios multifamiliares de la colonia Jardín Balbuena, otras desgracias y otro susto. Sentíamos que los edificios se nos venían encima, y la vibración de la tierra, era aluzada constantemente por los cables de la corriente eléctrica que al golpearse hacían cortos circuitos que para nosotros eran relámpagos de malos presagios.

Así fue, las edificaciones que no cayeron con el terremoto de la víspera terminaron por desmoronarse, con saldos de más muertos, más heridos y muchos de los que estaban dentro de los escombros perecieron.

Tomamos el Viaducto Miguel Alemán, que corre por lo que fue el entubado Rio de la Piedad, sin que nadie se pusiera de acuerdo, todos los conductores de los vehículos, cuando iban a pasar por debajo de los puentes, hacían alto total, como prevención para evitar morir aplastados por las moles de cemento y varilla.

Después de una junta rápida en que se dictaron nuevas decisiones, como tomar “por asalto” un predio que colindaba por la parte de atrás de la casona de la Colonia Florida, instalar manteados y colocar mesas para que el personal trabajara para cumplir con sus graves responsabilidades, nos fuimos al edificio derruido en su totalidad de las calles de Doctor Barragán para seguir enfrentando el drama que nos provocara la naturaleza despiadada. CONTINUARÁ.

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